EL VAPORCITO
... junto al rio
Guadalete, una cuadrada casa de planta baja con luces de neón
de Snack-bar en su fachada, adornada de rótulos anunciadores
junto a un número indefinido de macetas de plantas llenas de
flores que caían en cascada sobre el alféizar de las
ventanas. Por delante y en la entrada, dos majestuosas palmeras con
sus palmas en continuo movimiento, peinadas por la brisa del cercano
mar, parecían vigilantes de que allí no pasara nada.
En sus mesas del exterior unos viejos lobos de mar contaban
amigablemente sus aventuras marineras, mientras tragaban y expiraban
el humo de sus pipas, estos relamían sus labios de los restos
del vino de la tierra que de cuando en cuando tomaban a pequeños
sorbos, así, para alargar la tertulia que tenían entre
ellos. Otras gentes, posibles pasajeros que esperaban el vaporcito,
sentados también en sus mesas solo observaban, siempre en
silencio, lo que pasaba dentro y fuera . La calle se llenaba de
gente animada, aprovechando para pasear los últimos rayos del
sol de la tarde .
Algunos inocentes
chiquillos jugaban entre las mesas y sillas alborozados con sus
gritos, llenando el espacio con su infantil presencia. En el interior
del bar, entre todos los muebles y utensilios propios de un
establecimiento de su clase, había una vieja Rockola donde
los más jóvenes “sacábamos” la música
predilecta del momento a cambio de una moneda. Mientras esto ocurría
se esperaba a que llegara el “vaporcito”
que tenía un pequeño embarcadero junto al Snack-bar. Se
aprovechaba la pleamar para la llegada y salida del “vaporcito”.
Era rio y en su desembocadura, también las mareas marinas
marcaban las horas de salida y llegada de las embarcaciones. Este
barco llamado “el vaporcito “ por las gentes del lugar, hacía
el trayecto Puerto de Santa María – Cádiz. Era un
barco muy viejo, tan viejo que ya nadie se acordaba desde cuando
surcaba las aguas de la bahía gaditana. Sus cuadernas deberían
estar maltrechas de tanto ir para allá y para acá,
crujían en un lamento eterno. Un día llegó su
muerte pues todo comienzo tiene su final. Hace unos meses se hundíó
en las negras aguas de la bahía, no pudiendo resistir tantas
singladuras durante tantos años, era muy viejo. Tan viejo que
ya nadie se acordaba... No pudo soportar tantos embates continuos de
una ola tras otra, yéndose a pique desgastado por las aguas y
el viento. En el fondo del mar reposan sus restos y pienso que los
peces nadan entre sus restos como pasajeros sin vuelta, ahora es su
refugio. Cuánta gente variopinta habrá transportado a
lo largo de su vida !!
Yo era uno de sus
viajeros en busca de una tarde de diversión en la cercana
Cádiz. Cuando esperaba la llegada del desaparecido “vaporcito”
y dentro del Snack-bar, pegado a la vieja Rockola escuchaba, a
cambio de una moneda, la canción del momento. Mientras soplaba
la brisa peinando la copa de las dos palmeras tan esbeltas y
majestuosas cambiando de forma y colores el conjunto de sus palmas
por la fuerza del viento . Escuchaba “It's
A Man's Man's Man's World por James Brown”, canción que
trae recuerdos de todo tipo y melancolía de vivencias pasadas
que nunca volverán... como el viejo “vaporcito” tragado
por las negras aguas de la bahía.