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miércoles, 9 de mayo de 2012



EL VAPORCITO

... junto al rio Guadalete, una cuadrada casa de planta baja con luces de neón de Snack-bar en su fachada, adornada de rótulos anunciadores junto a un número indefinido de macetas de plantas llenas de flores que caían en cascada sobre el alféizar de las ventanas. Por delante y en la entrada, dos majestuosas palmeras con sus palmas en continuo movimiento, peinadas por la brisa del cercano mar, parecían vigilantes de que allí no pasara nada. En sus mesas del exterior unos viejos lobos de mar contaban amigablemente sus aventuras marineras, mientras tragaban y expiraban el humo de sus pipas, estos relamían sus labios de los restos del vino de la tierra que de cuando en cuando tomaban a pequeños sorbos, así, para alargar la tertulia que tenían entre ellos. Otras gentes, posibles pasajeros que esperaban el vaporcito, sentados también en sus mesas solo observaban, siempre en silencio, lo que pasaba dentro y fuera . La calle se llenaba de gente animada, aprovechando para pasear los últimos rayos del sol de la tarde .
Algunos inocentes chiquillos jugaban entre las mesas y sillas alborozados con sus gritos, llenando el espacio con su infantil presencia. En el interior del bar, entre todos los muebles y utensilios propios de un establecimiento de su clase, había una vieja Rockola donde los más jóvenes “sacábamos” la música predilecta del momento a cambio de una moneda. Mientras esto ocurría se esperaba a que llegara el “vaporcito” que tenía un pequeño embarcadero junto al Snack-bar. Se aprovechaba la pleamar para la llegada y salida del “vaporcito”. Era rio y en su desembocadura, también las mareas marinas marcaban las horas de salida y llegada de las embarcaciones. Este barco llamado “el vaporcito “ por las gentes del lugar, hacía el trayecto Puerto de Santa María – Cádiz. Era un barco muy viejo, tan viejo que ya nadie se acordaba desde cuando surcaba las aguas de la bahía gaditana. Sus cuadernas deberían estar maltrechas de tanto ir para allá y para acá, crujían en un lamento eterno. Un día llegó su muerte pues todo comienzo tiene su final. Hace unos meses se hundíó en las negras aguas de la bahía, no pudiendo resistir tantas singladuras durante tantos años, era muy viejo. Tan viejo que ya nadie se acordaba... No pudo soportar tantos embates continuos de una ola tras otra, yéndose a pique desgastado por las aguas y el viento. En el fondo del mar reposan sus restos y pienso que los peces nadan entre sus restos como pasajeros sin vuelta, ahora es su refugio. Cuánta gente variopinta habrá transportado a lo largo de su vida !!
Yo era uno de sus viajeros en busca de una tarde de diversión en la cercana Cádiz. Cuando esperaba la llegada del desaparecido “vaporcito” y dentro del Snack-bar, pegado a la vieja Rockola escuchaba, a cambio de una moneda, la canción del momento. Mientras soplaba la brisa peinando la copa de las dos palmeras tan esbeltas y majestuosas cambiando de forma y colores el conjunto de sus palmas por la fuerza del viento . Escuchaba “It's A Man's Man's Man's World por James Brown”, canción que trae recuerdos de todo tipo y melancolía de vivencias pasadas que nunca volverán... como el viejo “vaporcito” tragado por las negras aguas de la bahía.  

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